lunes, 10 de enero de 2011

CUANDO EL MIEDO PUEDE MAS QUE LA RAZÓN


Para los supersticiosos que permiten que el temor tome pocesion de su propio destino
ANECDOTA PARTICULAR
Ocurrió en el año 1976 cuando estudiaba en la Ciudad de Mérida de mi país. En mis tiempos libres solía trabajar como taxista para poder costear mis estudios; en un día de tantos me dirigí a llevar a un cliente a un centro de diversión nocturno propios de esos tiempos ubicado en la Vía de Jají, un sector montañoso aislado de la ciudad. No me gustaba la idea de dirigirme hacia ese lugar por el hecho de que la neblina solía ser muy densa y dificultaba la visibilidad, sin embargo mi necesidad era mas grande que el temor, por lo que acepte a llevarlo.En el trayecto entablamos mi cliente y yo una conversación amena, y en sus relatos este me señala a un gran árbol cuando justamente pasábamos por ahí, y me explica que hace cinco años un señor se ahorco en el, causando gran conmoción en el poblado, hasta el punto que tiempo después del suceso muchos aun continúan viendo la imagen del desdichado.Después de dejar al cliente en su destino, me quede cierto tiempo en espera de otro cliente que quisiera regresar para no volver solo por la travesía, a la vez que pensaba todavía en el relato que acababa de escuchar. Como no tuve suerte emprendí mi viaje de regreso solo pensando también que entre mas tarde, mas difícil se me haría por la neblina. Todo iba bien hasta que justamente cuando pasaba por el árbol donde ocurrió aquella tragedia, veo entre la neblina a alguien que me señala que pare. Yo continuo y observo por el espejo retrovisor que ese alguien corre hacia mi y decido parar; se introduce un señor en el asiento de atrás y prosigo el viaje, a los minutos me pregunta que por cuanto lo llevo hasta el centro de la Ciudad de Mérida y le respondo que por cinco bolívares. El me responde: "páguese" y dirijo mi mano hacia atrás esperando el dinero. Como no me lo dio mire por el espejo retrovisor y no vi a nadie. Me ataco tanto el miedo y el terror que en un momento de desesperación acelere tanto que perdí el control del vehículo y me precipite en una curva, hasta que algo me freno y no supe mas de mi. Cuando recobro el conocimiento me encuentro acostado en una camilla llegando al hospital. Al llegar el medico de guardia me pregunta que cual fue la causa del accidente. No había comenzado a responder cuando escucho los gritos enfurecidos de un señor acostado a un lado que decía: -¿Donde esta ese maldito borracho? -¿a quien se refiere? - le preguntaba la enfermera-- al taxista que me traía. Le fui a pagar y se me callo el dinero y me agache a recogerlo, y el desgraciado se viene a estrellar. ¡Miiiiiiire como estoy!. ¡Yo mato a ese infeliz donde lo vea!!!

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