sábado, 31 de marzo de 2012

Monstruos engendrados por el sistema

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Las masacres son un fenómeno recurrente de nuestra postmodernidad. Y no sólo son resultado de las acciones militares del ejército imperial y sus «coaliciones» sino también de actos individuales. A través de lo que sigue calificándose como crónica roja, tales actos forman parte de nuestra vida cotidiana. Ya no se ven esos actos como algo que sucede al margen de la sociedad, sino que integran lo real [Lo real es un concepto de la teoría lacaniana muy complejo y difícil de definir. Para facilitar la comprensión, diferenciaremos ese término del resto del texto recurriendo al tipo de caracteres ya utilizado en su primera mención. Nota del Traductor.] de esta última. Así que los autores de asesinatos masivos no son portadores de valores propios. Tampoco presentan las características de una psicosis «extraordinaria», sino tan sólo las de una «psicosis ordinaria», una psicosis compartida por la sociedad en su conjunta. Estas masacres simplemente traducen esta psicosis en hechos. En estas masacres se concreta una tendencia, revelan un encierro colectivo en la virtualidad de la «guerra de civilizaciones», o sea en un lo real nuevo y destinado a reemplazar la realidad de las contradicciones sociales.

Una masacre para luchar contra el «complot islamo-marxista»

Se esperaba con impaciencia el informe de los psiquiatras, entregado el 29 de noviembre de 2011, sobre el autor de los atentados perpetrados en Noruega el 22 de julio del mismo año. Breivik había hecho estallar en Oslo una bomba que mató 8 personas. Después se fue a la isla de Utoya, donde asesinó a tiros 69 jóvenes e hirió un centenar. El contenido del informe debía tener consecuencias sobre la posible solución del caso, ya fuera mediante un juicio o a con el internamiento del autor de los hechos en una institución siquiátrica.

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