sábado, 10 de marzo de 2012

Sobre la Cumbre de las Américas estadounidenses

Sobre la Cumbre de las Américas estadounidenses
x J. M. Alvarez    La mayoría de los asistentes al encuentro, empezando por EEUU, han devenido de democracias burguesas a sociedades fascistas en sentido literal

Como era de esperar, Washington ha vetado la participación de Cuba en la Cumbre de las Américas. En ese sentido, el portavoz del Departamento de Estado para América Latina, William Ostick, declaró que "La Cuba de hoy de ninguna manera cumple con el umbral de participación (democrática) en la Cumbre de las Américas".

Es obvio que Cuba de ninguna manera puede cumplir con las normas que dictan las sociedades burguesas, lo curioso es que tampoco lo hacen (por otras razones) la mayoría de los asistentes al encuentro, empezando por Estados Unidos (EEUU) que han devenido de democracias burguesas a sociedades fascistas en sentido literal; sin embargo los tiempos cambian: el colombiano Santos ha tenido que ir a La Habana a pedir disculpas por su postura servil frente a EEUU. Hasta hace poco ni se molestaban.

Al hilo de la cuestión, el presidente Correa, ése que es tan denostado por los "superrevolucionarios", realizó una consulta popular a los manifestantes que se concentraron en apoyo de su Gobierno en la Plaza de Independencia de Quito. "¿Vamos o no vamos a la Cumbre de las Américas?", preguntó al ver una gran bandera de Cuba. La respuesta de los presentes fue: "No queremos y no nos da la gana ser una colonia norteamericana, y sí queremos, y sí nos da la gana, ser una patria altiva y soberana”.

No compartimos el deseo, aparente, de Raúl Castro de que Cuba asistiera a una Cumbre manejada por criminales y genocidas, pero como somos revolucionarios, lo decimos con todo el respeto y sin comprometerlo.

Puede que su afán esté ligado más que a la asistencia en sí misma, a una estrategia, destinada a introducir junto con Ecuador, Bolivia Venezuela o Nicaragua-, países de línea marcadamente antiimperialista- un torpedo en la línea de flotación de la Casa Blanca (lo que se llama “Poner una pica en Flandes”) que hunda lentamente a ese barco para que se reúna en el fondo del mar, con Canadá y algún que otro esclavo del sur.

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