domingo, 21 de abril de 2013

CLODOVALDO HERNÁNDEZ: ES DIFÍCIL LIDIAR CON NIÑOS TOÑECOS (+EXCLUSIVO)

CLODOVALDO HERNÁNDEZ: ES DIFÍCIL LIDIAR CON NIÑOS TOÑECOS (+EXCLUSIVO)
"Los políticos mimados son así de nacimiento y de formación hogareña. Exigen aquello que desean y si no se lo dan, arman una pataleta mayúscula, destrozan la cuna, el dormitorio, la casa, la ciudad".


Es difícil lidiar con niños toñecos
Clodovaldo Hernández

Lo difícil de tratar con la oposición venezolana es que actualmente se encuentra bajo control de niños mimados. Y todos sabemos lo difícil que es entenderse con esa clase de personajillos. ¿O a usted, amigo o amiga que lee esto, no le ha tocado nunca lidiar con un toñeco?

Estamos frente al caso de individuos que han alcanzado su adultez, algunos incluso su adultez mayor, pero siguen siendo los querubines de papá y mamá, émulos de Quico, el que salía en El Chavo, con todo y sus trajes de marinerito. “¡Tesoro, no te juntes con esta chusma!”, es la principal frase con la que los educaron.

Un amigo, etnógrafo aficionado, dice que la categoría de los muchachitos consentidos metidos en política siempre ha existido, pero en el pasado no hacían tanto daño porque sus “amás” o sus “apás” se encargaban –como siempre– de tranquilizarlos comprándoles cargos de los que se antojaban y dándoselos como regalos. Por ejemplo, el chamo se levantaba un día con la idea de que quería ser diputado y el “apá” salía corriendo a hablar con los capitostes de AD, Copei (o hasta los de ciertos partidillos de izquierda) para tratar de conseguirle el juguete a la criatura. Luego, se lo entregaban tal cual como si le hubiesen comprado un BMW o un viaje de quinceañeras a las islas Seychelles.

En la actualidad, sostiene mi amigo, como esas transacciones se han vuelto cada vez más difíciles, los hijos-de-papá-y-mamá se han tornado más y más necios… y peligrosos. “Tú sabes que cuando a un carajito malcriado le dicen que no, se pone peor”, acota.

Los políticos mimados, naturalmente, son así de nacimiento y de formación hogareña. Exigen aquello que desean y si no se lo dan, arman una pataleta mayúscula, destrozan la cuna, el dormitorio, la casa, la ciudad, el país… según van creciendo en edad cronológica (que no emocional) y en ambiciones. Cuando se presentan a una elección y no la ganan, su reacción es la misma de su más tierna infancia: quieren llevarse la pelota. Si yo no gano, aquí nadie juega.

Además de su esencia genética y de años y años de mala crianza, a estos toñecos del poder también los consienten los medios opositores de difusión masiva. Tanto los dueños de esos medios como sus periodistas se esmeran en satisfacer todos sus caprichos. Los llevan por este difícil mundo bien abrigados, con su chuponcito esterilizado para que no les vaya a dar un dolor de barriga. Los tienen tan acostumbrados a sus entrevistas complacientes que ya en las ruedas de prensa ni siquiera toleran a nadie que no lleve sus preguntas envueltas en pañitos tibios. Cuando los consentiditos cometen alguna barbaridad, los medios mimones miran pa’ otro lado, se inventan una noticia pote de humo o le echan la culpa al primer Don Ramón que se consigan por ahí mal parado en el patio de la vecindad. 

El fenómeno de los líderes mimaditos podría llegar a ser gracioso, objeto de chistes. Pero, desdichadamente, sus implicaciones son trágicas. Las malacrianzas tienen un alto costo, no para sus “apás” y sus “amás”, sino para el país, en términos de vidas humanas y de paz social comprometida por sus arranques. Sería cómico si, como ocurre en El Chavo, estos Quicos del este del este le dijeran al pueblo: “¡Chusma, chusma, chusma!” y se fueran a su casa con su mami. Pero no. Llegan al extremo de incitar a la violencia y el odio, como si la vida de la gente del pueblo humilde fuera uno de sus juguetes.

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